15/02
“Han pasado ya 7 meses desde aquel suceso inexplicable al que, de forma aun más inexplicable, sobreviví. El simple hecho de recordar aquella noche tan terrible me había aterrado al punto de no poder escribir nada al respecto, de desear día tras día borrarlo de mi hoja de vida, de tomarlo tal como se sintió: como algo irreal, como si estuviera en un mal sueño. Creí en algún momento que lo lograría, pero las pesadillas se hacen cada vez más recurrentes y reales. Lo que he venido tomando como alucinaciones o desconexiones fallidas de los sueños se han vuelto cada vez más palpables; hoy ya temo por mí.
Aquel 15 de julio, cumpleaños número 13 de mi hermano menor, fui testigo de cómo esa maldita bala entró por su costado, y aun no quiero creer lo que mis ojos vieron: él fue desapareciendo poco a poco entre una especie de humo oscuro a medida que sus gritos de dolor se hacían más y más quedos. No puedo concebir el haber presenciado cómo se separaba progresivamente de lo tangible contra toda lógica, y el hecho de no saber nada de él desde entonces. A veces hasta llego a pensar que él aun está vivo.
¿Quién era aquel tipo que le disparó? ¿Qué andaba buscando…? Las preguntas no cesan, aunque debo decir que su frecuencia ha disminuido. Sin embargo la duda más relevante de todas sigue siendo la misma: ¿POR QUÉ DIABLOS YO SIGO AQUÍ? Aquel hombre me disparó a menos de dos metros de distancia, y mi acción inmediata fue poner mi mano en medio de ambos, como intentando detener la bala con mi palma. El dolor de aquella bala atravesando mi muñeca y antebrazo es simplemente indescriptible con el uso del idioma. Me sentí perder toda la energía de mi cuerpo en el momento, mas estaba aun en este mundo, en esta existencia física, en esta dimensión.
Queda aquí aun un cabo suelto, uno que, de seguir así, continuará en la dubitativa constante que hasta hoy ha imperado en mis ideas. Luego de aquel disparo que perforó mi mano y brazo, pude ver y escuchar cómo el hombre aquel disparó de nuevo apuntándome fríamente. Nada allí pudo haber detenido ese disparo, a menos que la fuerte luz que vi en uel momento en realidad no fuera producto de la debilidad que sentía, de un conato de desmayo, de un parpadeo o de un encandilamiento. Tras aquel disparo inauditamente fallido en su blanco, el tipo comenzó a gritar como si hubiese sido rebanado por dentro, sangró por la nariz y oídos, se agarraba la cabeza; entre tanto alarido, ya desesperado gritó “¡vayan a dor… a dor…!”. El hombre perdió la capacidad de controlar sus propias piernas, y corrió hacia la calle, en donde un auto lo atropelló, causándole la muerte de manera instantánea.
Desperté en el hospital con mi brazo vendado, nadie sabía nada de mi hermano. El maldito que nos atacó no fue identificado por nadie, pero curiosamente su arma no apareció en la escena del crimen, ni se hallaron cascabillos o balas a más de 300 Km a la redonda. Tuve espasmos musculares que cesaron luego de varios dolores y contracciones carentes de explicación médica.
Han pasado ya 7 meses desde aquel suceso inexplicable al que, de forma aun más inexplicable, sobreviví. De alguna forma desarrollé la capacidad de controlar pequeñas cantidades de energía eléctrica artificial, combinándola con mi carga nerviosa a voluntad. Sin embargo aun no sé el porqué, no sé qué es de mi hermano, no sé quién me atacó, las pesadillas me destruyen, me estoy volviendo biológicamente anormal, y esto no parece ayudarme ni servirme para hallar las malditas respuestas”.
Aquel 15 de julio, cumpleaños número 13 de mi hermano menor, fui testigo de cómo esa maldita bala entró por su costado, y aun no quiero creer lo que mis ojos vieron: él fue desapareciendo poco a poco entre una especie de humo oscuro a medida que sus gritos de dolor se hacían más y más quedos. No puedo concebir el haber presenciado cómo se separaba progresivamente de lo tangible contra toda lógica, y el hecho de no saber nada de él desde entonces. A veces hasta llego a pensar que él aun está vivo.
¿Quién era aquel tipo que le disparó? ¿Qué andaba buscando…? Las preguntas no cesan, aunque debo decir que su frecuencia ha disminuido. Sin embargo la duda más relevante de todas sigue siendo la misma: ¿POR QUÉ DIABLOS YO SIGO AQUÍ? Aquel hombre me disparó a menos de dos metros de distancia, y mi acción inmediata fue poner mi mano en medio de ambos, como intentando detener la bala con mi palma. El dolor de aquella bala atravesando mi muñeca y antebrazo es simplemente indescriptible con el uso del idioma. Me sentí perder toda la energía de mi cuerpo en el momento, mas estaba aun en este mundo, en esta existencia física, en esta dimensión.
Queda aquí aun un cabo suelto, uno que, de seguir así, continuará en la dubitativa constante que hasta hoy ha imperado en mis ideas. Luego de aquel disparo que perforó mi mano y brazo, pude ver y escuchar cómo el hombre aquel disparó de nuevo apuntándome fríamente. Nada allí pudo haber detenido ese disparo, a menos que la fuerte luz que vi en uel momento en realidad no fuera producto de la debilidad que sentía, de un conato de desmayo, de un parpadeo o de un encandilamiento. Tras aquel disparo inauditamente fallido en su blanco, el tipo comenzó a gritar como si hubiese sido rebanado por dentro, sangró por la nariz y oídos, se agarraba la cabeza; entre tanto alarido, ya desesperado gritó “¡vayan a dor… a dor…!”. El hombre perdió la capacidad de controlar sus propias piernas, y corrió hacia la calle, en donde un auto lo atropelló, causándole la muerte de manera instantánea.
Desperté en el hospital con mi brazo vendado, nadie sabía nada de mi hermano. El maldito que nos atacó no fue identificado por nadie, pero curiosamente su arma no apareció en la escena del crimen, ni se hallaron cascabillos o balas a más de 300 Km a la redonda. Tuve espasmos musculares que cesaron luego de varios dolores y contracciones carentes de explicación médica.
Han pasado ya 7 meses desde aquel suceso inexplicable al que, de forma aun más inexplicable, sobreviví. De alguna forma desarrollé la capacidad de controlar pequeñas cantidades de energía eléctrica artificial, combinándola con mi carga nerviosa a voluntad. Sin embargo aun no sé el porqué, no sé qué es de mi hermano, no sé quién me atacó, las pesadillas me destruyen, me estoy volviendo biológicamente anormal, y esto no parece ayudarme ni servirme para hallar las malditas respuestas”.
– M.F. Jasab.
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