31.5.12

“¡Guatemala, sos el mejor país!” dijo un artista sincero, nunca.

Este post es solo para contarles una historia real. No le sucedió al amigo de un amigo, sino que le sucedió a mi mamá hace exactamente cinco días:

Un conocido muy estimado por mi mamá, y de hecho por toda mi familia, la llamó hace más o menos mes y medio para pedirle que fuera quien abriera el show del ex-vocalista de un grupo argentino (considerablemente famoso hace varios años), cuyo nombre es “Abra Kadabra” (creo que así se escribe, los mayores de 30 probablemente conocerán al grupo). La cena show en el restaurante “Panchoy” de Quetzaltenango estaba programada para empezar a las 8 P.M. con el opening de mi madre, quien cantaría un solo set de aproximadamente 40 minutos, y luego empezaría la presentación estelar, por el artista extranjero contratado.

Las condiciones de mi madre eran sencillas: que la vinieran a traer hasta mi casa, prueba de sonido con suficiente anticipación, recibir su cena, que la vinieran a dejar de regreso al terminar todo y, por supuesto, su paga: quinientos (Q.500.00) miserables quetzales.

Las del señor argentino Víctor Kapusta, fueron distintas: se le pagó su viaje desde Texas, su hospedaje en la Pensión Bonifaz (incluída la alimentación, de ahí mismo), su boleto de regreso y la modesta cantidad de mil quinientos ($1,500.00) dólares, es decir, apenas más o menos 23 veces lo que la artista local — y además de opening — iba a devengar (eso sólo contando la paga monetaria).

En fin, estuvo lista desde las 18:00, y vinieron por ella a las 19:30; probó el sonido durante quince minutos, hasta cuando empezó a llegar la gente. Eran las 20:45 y, de doscientas personas esperadas, habían más o menos 16, lo que irritó a Victor, quien dijo (con sobrada razón) que si no había al menos 20, él no cantaría. Total, que a las 21:30 arrancó el programa con 24 personas presentes. Del repertorio para 40 minutos que había preparado mi madre, solamente le dieron tiempo de cantar tres canciones que — modestia muy aparte — interpretó excelentemente bien, ganándose fuertes ovaciones y posibles contrataciones.

Víctor empezó. Durante la primera canción se descuadró más de siete tiempos (¡SIETE!) con respecto a la pista, además de olvidar la letra en tres de sus propias canciones. No restaré mérito a que tuvo una muy buena participación, sin embargo, pues es un tipo muy talentoso y supo mantener al público entre las 24 personas, o más.

Pese a haber iniciado tarde, la actividad no parecía haber fracasado, pues incluso los dueños del lugar estaban considerablemente embriagados al punto que casi se caían de las mesas. En fin, vinieron a dejar a mi madre y pactaron pagarle en el transcurso de esta semana.

Hoy por la tarde, mientras yo iba camino a la universidad, Edgar algo[sic] (no recuerdo su apellido) llamó por teléfono a mi mamá, para contarle con mucho pesar de que la actividad había sido un fracaso, financieramente hablando, pues llegó menos gente de la esperada para al menos mantener el punto de equilibrio en sus ventas. Añadió además que a Víctor se le tuvo qué pagar el precio de su presentación, más todo lo ya mencionado, además de pagar al sonidista y sus ayudantes, sin olvidar por supuesto el alquiler de la amplificación. Mi madre le interrumpió preguntándole cuál era su punto. Cínicamente, el vistoso organizador del evento dijo: “Es que no te vamos a poder pagar”. Se platicó así, según mi mamá me socializó:

— Es que no te vamos a poder pagar.
— ¿¡Qué!?
— Claudita, es que las cosas no salieron como esperábamos.
— Discúlpame, pero eso a mí no me incumbe. Llegamos a un trato y se debe respetar.
— Es que entiéndenos, teníamos qué pagarle a Víctor…
— ¿Y yo qué? ¿No soy una artista a la que también contrataron para la actividad, acaso?
— Sí, pero es que comprende: tú eres de aquí y…
— Ah, muy bien. Déjame ver si te entiendo: Panchoy repite y promulga que se preocupan por el apoyo al artista nacional, por su prestigio como un lugar elegante, pero por una mala logística y gestión de mercadeo y publicidad no salió bien su actividad, entonces deciden quedarle mal a “la artista de acá”, con tal de no quedar mal con su artista extranjero, ¿es así?
— ¡No!, es que no lo tomes así. ¿Sabes qué?, yo de mi bolsa te voy a pagar, pero sólo te ofrezco la mitad.
— ¡No, no, no! Yo no te estoy limosneando nada, Edgar. Ustedes me tienen que pagar, porque fue lo acordado. A mí no me interesa si les fue bien o mal. Yo simplemente acepté participar porque ustedes aceptaron mis condiciones, y hasta me porté derecha por haberse tratado de Juan Carlos quien nos contactara. Ustedes me pagan, porque me pagan.
— ¡YO TE HABLÉ EN BUEN PLAN, PERO SOLO TE AVISO DE UNA VEZ QUE SI TE PAGAMOS, SERÁ SOLO LA MITAD!
— …

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